Una canción, un regalo para mantener la sonrisa
Un cantante demasiado famoso y demasiado tímido recibe un mensaje de la familia de un fan, un muchacho moribundo. Y decide regalarle una canción, un talismán, que habla del joven pero también de sus propios demonios.
Por Manuel Montali | LVSJ
El vocalista de una banda de rock andaba grabando en Londres las primeras tomas de un disco solista. Era su segundo trabajo en solitario, a la sombra del éxito (del gran éxito) que tenía con su grupo. Estaba probando su voz para un cover de Los Plateros, "El gran simulador". Se sentía un poco identificado con esa pieza, con eso de ser un monstruo, un campeón, un gigante ante las multitudes, y un pedacito de humano, algo tímido, en la intimidad. Había sido así toda la vida: una reina asesina en vivo, y una personita de dientes grandes y rasgos hindúes que encajaban mal con el estereotipo europeo.
Por ese entonces recibió una comunicación de parte de la gente que dirigía el club de fans oficial de su grupo. Le contaban que la familia de un tal Colin Preston estaba tratando de contactarlo porque el muchacho, un gran fanático de él y que se veía incluso parecido, estaba perdiendo la batalla contra el cáncer. Le pedían que les hiciera el favor de visitarlo en el Hospital.
Este cantante rechazó la invitación. Un gran simulador podía mostrarse eufórico en una fiesta de cientos de personas eufóricas, donde pasaba algo desapercibido. Pero eso de compartir un ámbito tan privado con un desconocido no lo hacía sentir del todo cómodo.
De todas maneras, no se quedó de bigotes cruzados.
Él, quizá, también sabía algo del dolor.
Era 1987 y Freddie Mercury terminaba de despedirse para siempre de su mejor lugar en el mundo: los escenarios. A mediados de 1986, con Queen, había cerrado la última gira de la banda, la célebre "Magic Tour", con la que habían presentado un disco de puros hits como "A kind of magic" y habían reventado estadios en Europa, especialmente en Inglaterra, donde sobrevolaban ríos de cabezas, como hormigueros, cada vez que arribaban a un show.
Era 1987 y Freddie, tal vez, ya se había enterado de que estaba enfermo de Sida. Sabía que doblaría la esquina demasiado pronto. Y estaba decidido a darle sus últimos años a la música, a grabar como un poseso y entregar la última nota de su voz.
Por eso, optó por hacerle un regalo más que especial a su joven fan, a su doble físico y en el dolor. Freddie grabó un tema para él, una pieza alegre, movediza, llamada "Keep smiling", en la que le repetía al muchacho, una y otra vez, incluso nombrándolo, que mantuviera la sonrisa hasta el final.
El frontman de Queen le envió la canción en un cassette en el que figura el título y, entre paréntesis, "Tema de Colin", con una foto (la que se usaría para la portada de un disco solista póstumo) y el siguiente mensaje: "Querido Colin. Sigue sonriendo. Espero que disfrutes tu canción. Con amor, Freddie". El muchacho recibió el regalo y posó con el para la posteridad, luciendo su propio bigote, muy similar por cierto al de su ídolo.
Poco después, Colin falleció y el tema estuvo perdido por años. Lo rodearon miles de versiones: que la cinta se había quemado, que se había enterrado junto con los restos de Colin. Hasta que se rescató una pieza del mismo nombre en alguna de las varias ediciones póstumas que se hacen cada tanto sobre Queen y Freddie, rascando el fondo de cintas en los estudios por los que pasaron. Hay quien cuenta que, en realidad, la versión para Colin sonó durante su funeral, que era algo diferente a la que luego se conocería, y que nunca más nadie la pudo escuchar. No cambia la historia. Versión original o alternativa, el demo puede escucharse online, con Freddie nombrando expresamente a Colin.
Mercury partiría no mucho después, en noviembre de 1991, cumpliendo su compromiso de grabar y grabar hasta que ya no pudiera sostenerse frente a un micrófono. Conociendo la intimidad de sus últimos días, luego de su muerte, cobró otra dimensión, a la altura de su leyenda, la canción que le dedicó a su joven fan.
Es curioso que, el último tema que se publicó con Freddie en vida, se llamó "El show debe seguir". Hay unas líneas, en su lírica, que tienen cierta continuidad con lo que ya le había dicho a Colin: "Por dentro mi corazón se está partiendo. Mi maquillaje quizá se está desprendiendo. Pero mi sonrisa permanece".