Otra vez Cataluña
El conflicto catalán no es lejano a millones de argentinos que aún mantienen lazos sentimentales con la tierra desde la que llegaron sus antepasados.
Los líderes independentistas de Cataluña fueron condenados a severas penas de prisión por el delito de sedición, de acuerdo al fallo del Tribunal Supremo Español. La sentencia es el final del caso judicial más resonante de los últimos tiempos en la Madre Patria, derivada de aquel acto audaz del Parlamento catalán que declaró la independencia de manera unilateral.
Las visiones opuestas en esta materia son evidentes en España. Solo hace falta leer los portales noticiosos para tomar nota de las extremas posiciones que están en juego y la delicada situación social y política que hoy se vive, con violencia en las calles de Barcelona y otras ciudades, declaraciones cruzadas de la dirigencia y situaciones más que preocupantes para el futuro de una gran región de Europa.
La credibilidad de los líderes del denominado "proces" independentista cayó fuertemente cuando su líder, Carles Puigdemont, huyó a Bélgica, abandonando a sus colaboradores que fueron detenidos y juzgados por los tribunales españoles. El fallo conocido en los últimos días corrobora la vigencia del Estado de Derecho en España y es avalado por la Unión Europea, más allá de las interpretaciones políticas que puedan efectuarse en torno a las ambiciones de independencia de un buen número de catalanes.
La tensión y la violencia han escalado en los últimos días. Y el panorama es incierto. El daño que se le hace a una ciudad como Barcelona, por ejemplo, puede ser incalculable. Su economía, su turismo masivo, su infraestructura y su imagen en el mundo están siendo deteriorados de manera ostensible por el estallido de quienes se consideran patriotas catalanes. Es una contradicción notoria.
Lo mismo ocurre con el actual gobierno autónomo de Cataluña: sus principales dirigentes y funcionarios participan de las movilizaciones y afirman compartir los ideales de quienes protestan. Pero al mismo tiempo envían a las fuerzas de seguridad regionales a reprimir a los manifestantes. El Mundo de Madrid lo graficó de manera elocuente: "Es cierto que es responsabilidad del Govern que haya un equilibrio entre el derecho a manifestarse y el mantenimiento del orden público. Pero otro asunto muy diferente es actuar al mismo tiempo de activista y gobernante. Esto último no procede en tiempos tan complejos como los actuales".
El conflicto catalán no es lejano a millones de argentinos que aún mantienen lazos sentimentales con la tierra desde la que llegaron sus antepasados. Y más allá de las posiciones cerradas en favor de una u otra resolución del conflicto, lo cierto es que causa aflicción observar el actual estado de cosas. Las herramientas para clarificar un conflicto que ha llegado muy lejos son la política, el diálogo, la apuesta por la convivencia pacífica, la búsqueda de puntos comunes para mirar el futuro y la necesidad de ajustarse a ley.