Buena Mesa: el sueño de Royli deberá esperar otro año
Es una de las referentes de la cocina peruana en San Francisco, donde llegó hace tres años. Desde entonces, hizo incansables gestiones para conseguir el permiso para llevar sus platos típicos al festival, pero el consulado de su país solo reconoce el Encuentro de Colectividades de Alta Gracia. Aun así, no se rinde y sigue cocinando suelos en su casa de barrio La Milka.
En esta 19º edición del Festival del Humor, la Buena Mesa y la Canción, ocho colectividades trabajarán para brindar un aporte gastronómico y cultural que llegue a todo el público presente.
Entre ellas se cuentan las colectividades alemana, francesa, cubana, italiana, española, sirio libanesa, la agrupación tradicionalista El Matrero y mexicana.
A este festival de sabores del mundo, de hermandad culinaria, intentó sumarse, aunque sin éxito, la colectividad peruana, cultora de exquisitos platos entre los cuales el ceviche es uno de los tantos manjares culinarios de gran aceptación por parte de la gente.
Pese a gestiones realizadas a nivel municipal y provincial, finalmente el esfuerzo no prosperó y, al menos en esta ocasión, la cocina peruana no ocupará una de las carpas de la Sociedad Rural durante los tres días que dure la Buena Mesa.
Una de las máximas exponentes de la gastronomía peruana en la ciudad es Royli Cajaleón Satalaya, quien vive en barrio La Milka junto a sus tres hijos.
Apasionada por la cocina de su país, que aprendió observando a su madre desde que era muy pequeña, intentó llegar al festival pero el laberinto burocrático se lo impidió, al menos este año.
Alta Gracia sí, San Francisco no
Desde junio del año pasado peregrinó por las oficinas del Consulado peruano en Córdoba en busca de la ansiada autorización para participar con sus comidas en la Buena Mesa.
"Empecé a averiguar cómo participar. Comencé yendo a la municipalidad y allí me dijeron que en el consulado peruano me tenían que otorgar un permiso para poder estar presente", recordó Royli en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO.
A partir de ello, decidió viajar hacia la capital provincial donde visitó el consulado de su país. Sin embargo, se mostró "muy sorprendida" cuando al llegar allí le dijeron que "no daban ninguna autorización para algo así porque no avalaban la representación gastronómica del país en ningún sitio salvo en el Encuentro de Colectividades que se lleva a cabo en Alta Gracia".
Royli junto a dos de sus tres hijos en la puerta de su casa.
En enero de este año, la propia Royli se contactó con el presidente de la comisión organizadora del Festival Nacional de las Colectividades de Alta Gracia para sumar su apoyo con el objetivo de que le permitan participar en la Buena Mesa aunque eso nunca ocurrió.
"Yo no sé si al resto de las colectividades de la ciudad le pidieron tantos requisitos para participar del festival como lo hicieron conmigo", indicó con cierta frustración.
"Quiero llegar a la Buena Mesa"
No baja los brazos. Apasionada por la comida de su país, Royli se mostró optimista en seguir luchando para conseguir su objetivo. "Quiero llegar a la Buena Mesa, yo sé que lo voy a hacer", señaló.
Para ello, se definió como "una especialista" del ceviche así como también remarcó que le encanta cocinar platos como los anticuchos peruanos, el pollo Broaster, los tallarines saltados y el Chifa aeropuerto.
"Esos son los platos que me salen muy bien y me encanta cocinar", confesó. Y tanto le gusta que quiere mostrarlo y compartirlo con la comunidad en 2021, en una nueva edición del festival.
Lo suyo es más que recetas; es cultura. Pues distintos factores se combinaron para que Perú alcanzara sea reconocido a nivel mundial por su gastronomía: los miles de años de civilización, la megadiversidad de productos de su territorio y las corrientes inmigratorias.
"Ojalá que pueda participar algún día", remarcó con esperanza, la misma que sigue sosteniendo desde que comenzó a cultivar su sueño.
Las ollas y sartenes disparan aromas peruanos. La cocina se convirtió en el sustento diario de Royli y su familia en una época donde la crisis golpea a gran parte de la población argentina. Llegó a la ciudad junto a Willians, su esposo, pero después de un año de intentar conseguir trabajo y no lograrlo, éste debió regresar a su país.