Alas (cortadas) de libertad
Si los pájaros sufren cuando no pueden volar siendo éste su instinto natural, por qué no sucedería esto con los chicos. Llevan 70 días sin sus amigos, familiares o practicando actividades. A diferencia de los adultos ellos no saben expresar su ofuscación, por eso es su círculo cercano en que puede ayudarlos a "practicar" su vuelo para que el mundo siga siendo mágico.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Pasaron al menos 70 días que los chicos están en sus casas. Algunos han salido hace pocos días y eso ha significado un respiro para todos. En el aislamiento no hay casos idílicos. Siempre hay alguien que no la respeta, otros la hacen a rajatabla y también están los que desean hacerla, pero las condiciones se lo impiden.
En esta enorme cantidad de días donde los casos de coronavirus se han ido incrementando y el tema se volvió parte de lo cotidiano los adultos se han enfocado en la salud, la economía, política y los problemas, sin embargo, en el rincón siguen quedando los niños aquellos escolarizados y los que no porque aún no alcanzaban la edad.
¿Dónde quedó la niñez en este tiempo? Hasta en los jardines a los chicos y chicas les han mandado tareas, una tras otra y eso no se refuta porque los docentes hacen un gran esfuerzo en continuar dando clases. No obstante, las clases no pueden serlo todo, como tampoco deben serlo las pantallas ni mucho menos la indiferencia a lo que sucede.
Algo se rompió para los niños y niñas. Su mundo se dio vueltas de un momento a otro y se prolongó en el tiempo. La libertad de crear, jugar, escribir, ir de un amigo, estar con sus pares, practicar un deporte o interiorizarse en el arte, el mismo apoyo escolar, entre otras tantas cosas quedaron suspendidas en el aire.
A los adultos los lleva la vorágine del día a día, pero su bronca, angustia, dolor y ansiedad sabe manifestarse, hay niños que todavía no lo saben, pero se sienten igual ¿Por qué llorás? Y no hay respuesta y para los padres solo impotencia.
Para los pequeños quedarse sin su libertad y el mundo de la inocencia que tanto llama la atención a los grandes entró en una suspensión que no tiene fecha de retorno, por eso construir desde casa, tomar las riendas y agarrarles las manitos más que nunca es importante para que puedan salir lo más airosos posibles de esta situación.
Acompañar
Luciana Boetto y Laura Sutter llevan adelante el taller de arte Crecimientos. La última vez que estas dos psicopedagogas estuvieron con los pequeños fue antes del aislamiento, desde entonces se comunican con los papás de ellos para conocer cómo están "y no para recargarlos con más tareas".
En ese último encuentro estaban empezando a trabajar con las emociones y vaya que les hace falta en este momento a ellos teniendo en cuenta las circunstancias. Las profesionales empezaron el proyecto para "darle una vuelta de rosca a la Psicopedagogía tradicional" y tuvieron éxito porque ahí los chicos se alimentan de aprendizajes con un alto componente de libertad y magia.
En todo momento, pero más ahora ellas sostienen que "es fundamental el juego para un niño expresarse con el arte y los cuentos. Con esto del aislamiento es esencial salir de las pantallas y empezar a contar historias para que ellos puedan imaginar y desarrollar la inteligencia emocional".
Sin ellas a su lado, impulsan a los papás a incentivarlos con estos aprendizajes, explorar los muñecos, jugar a su lado, dibujar y además al usar las pantallas aprovechar los contenidos directamente dirigidos a ellos.
Una perspectiva similar comparte la pedagogía Waldorf que apunta a la formación integral en mente, cuerpo y alma de los chicos y en este caso llaman a que se los estimule a través del arte y aunque sea en los patios o un balcón estén en contacto con la naturaleza en la medida de lo posible. Sobre todo, expresaron las impulsoras de esta pedagogía Mirna Suárez y María Soledad Delavanzato el acompañamiento de las familias en la educación de este tipo es esencial.
La naturaleza, sostienen les permite entender cómo se manifiesta ella e involucrarse con elementos nobles alejados de la tecnología que en la primera infancia (entre los 0 y 7 años según la pedagogía Waldorf) "debe estar prohibida".
Los barrios y espacios
públicos les permitieron "respirar" a los más chicos que en muchos casos no
pueden expresar sus sentimientos en este caso
¿Qué sienten los más chicos?
En esa primera infancia hasta por lo menos los cinco años cuando ya están escolarizados los chicos construyen sus primeros aprendizajes y forjan relaciones por ende en este momento los afectos los sienten lejanos sin poder trasladarse a la casa de un amigo o un familiar.
"En ellos también hay incertidumbre acerca de porqué de un día para el otro dejó de ver familiares, ir a la escuela, estar con sus amigos. De todas maneras, no todo debe avocarse a la escuela y a la computadora o televisión, lo cual es entendible al ponerse en lugar de los papás, pero es necesario incentivarlos y ser libres aun en ese contexto. Hay que dejar que el chico juegue, y sí hay más lío hay que comprenderlos", indicaron Sutter y Boetto.
Las psicopedagogas sostienen que los chicos aman esa libertad que "ahora tienen cortada" y para ellas también es difícil porque ver reflejado en sus rostros "la inocencia que tienen es algo impagable".
Ponerse en lugar
Si los adultos sienten angustia, extrañan y hasta tienen incertidumbre ¿Por qué no sucedería eso con los chicos? Quizás sea esa situación la que les hace sentir a los grandes un nivel alto de impotencia.
Crear un ambiente mágico, que estimule su imaginación, buscar contenidos educativos y de entretenimiento a través de las pantallas en cortos períodos de tiempo pueden ser algunas alternativas para que la libertad no parezca tan lejana, y mientras sus "alas" vuelven a crecer para tener de nuevo esa plena libertad.