Afligente cuestión del embarazo adolescente
La educación es esencial y la atención de la salud integral son elementos clave para modificar el cuadro de situación.
Según un informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) titulado Jóvenes que cuidan: impactos en su inclusión social, dos de cada tres jóvenes que son considerados "ni-ni" (ni estudia ni trabaja) son madres adolescentes que cuidan a sus pequeños hijos, a sus hermanos o a adultos mayores.
Esto significaría que no se trata de jóvenes que nada hacen, sino que deben cumplir tareas impostergables para la vida de una familia, asumiendo desde muy temprana edad responsabilidades que no tendrían. Y ello impediría que prosigan sus estudios o consigan un trabajo formal.
En la Argentina, una de cada seis mujeres tiene su hijo antes de los 19 años. La maternidad adolescente se da mayormente en contextos de desigualdad: 7 de cada 10 madres jóvenes pertenecen a hogares de bajos ingresos. "En el caso de las mujeres de ingresos bajos, su sueldo puede representar el 40% de los ingresos totales del hogar. Si tiene un hijo, no tiene con quién dejarlo y no puede trabajar, le cuesta salir de la pobreza", aseguran los responsables del citado estudio.
"Este debate viene de los años 90, cuando se instaló la idea de que existían jóvenes excluidos que no estudiaban ni trabajaban, según las encuestas de hogares. Esa construcción ponía en valor la idea de que había jóvenes que debían estar estudiando o trabajando, y ni siquiera buscaban trabajo", explica Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Y agrega: "Después vinieron estudios que empezaron a mostrar que muchos ni-ni en realidad eran mujeres con tareas reproductivas, que se ocupaban de todo lo doméstico para que el esposo pudiese trabajar y los chicos tuviesen manutención. No era que no estudiaban ni trabajaban, sino que hacían trabajo doméstico intensivo".
Así, el fenómeno del embarazo adolescente es una de las razones centrales de esta problemática. La falta de oportunidades evidente para algunos estratos sociales se potencia ante la necesidad de chicas que no tienen otra que quedarse al cuidado de sus hijos y ver cómo pueden sobrevivir. La maternidad temprana, en el mundo de hoy, ya no genera el escándalo de otros tiempos, pero mantiene aquel componente de exclusión propio de patrones sociales que favorecen la marginalidad.
Es aquí donde el rol del Estado cobra vital importancia. No sólo para encontrar salidas a los atolladeros en los que se hallan muchas madres adolescentes, sino también para proteger la vida humana ante los embates abortistas que pretenden solucionar el problema atacando la consecuencia y no sus causas. Son estos grupos anti vida los que con algo de razón pero contradictorios, afirman que para reducir los índices de delincuencia juvenil se deben brindar condiciones que eliminen la marginalidad y la miseria. En este último caso sí se reclama por atender las causas, mientras que en el primero se empecinan en reclamar el aborto legal sin considerar ningún otro aspecto social que podría atenuar la incidencia negativa de este problema en la vida de miles de jóvenes.
Las soluciones no son sencillas, es verdad. Pero la educación es esencial y la atención de la salud integral son elementos clave para modificar el cuadro de situación. Así las cosas, mientras el debate sobre el fenómeno siempre presente del embarazo adolescente discurre por canales alejados de sus profundas raíces sociales, económicas y culturales, asoma por lo menos el hecho positivo de que ya no se las considera "ni-ni" a estas jóvenes. Quizás a partir de este reconocimiento, el Estado y la sociedad en su conjunto puedan encontrar caminos que reviertan la difícil coyuntura que viven las jóvenes madres y sus pequeños hijos.